En otras ocasiones siempre había algo que precedía la llegada del Viento, un ligero cambio en el ambiente, un olor diferente, una suave brisa.
Esta vez esa señal no vino del exterior sino del interior.
Algo en mí cambió sin hacer nada en particular. Cambió y punto.
Me sentí diferente, como si algo se hubiera desprendido y pudiera moverme con más libertad. Me sentía viviendo cada momento como si fuera único. A veces me sorprendía saliendo del Dreams, después de 10 horas seguidas de masajes, contenta y feliz por haber estado viendo el atardecer en la terraza. Dando gracias por estar en ese momento y en ese lugar. Sentía que todo transcurría por una razón, que todo era posible y ahí estaba yo, en un lugar remoto, trabajando en un lugar hermoso con personas hermosas.
El mundo se me abría y no había límites.
Traspasé la verja del hotel y realicé la rutina maravillosa de siempre, quitarme las horquillas del pelo y despeinarme, subir a la Paca, saludar a Xavi, quitarme el uniforme y dirigirnos a nuestro rinconcito frente al mar.
Ya en ese momento empecé a entender que el Viento volvería a soplar y que algo iba a cambiar. El Viento venía del sur.
Desde que comenzó a soplar el Viento, sentí que tenía que dejarme fluir con él, sabía que arrastraría muchas cosas dentro y fuera de mí, pero también sabía que no era el momento de esconderse como hice en otras ocasiones. Tenía que bailar con él, dejar que me empujara y me fuera llevando. Si no luchaba, me llevaría por el sendero que me iba a hacer más libre.
Recordé su pequeña danza en lo alto del promontorio en Monument Valley, esa vez era un viento helado que te cortaba la piel pero si seguía su danza yo danzaba a su vez y fue en esa ocasión cuando cambió algo de mi ser, me dijo que volvería más tarde, que de momento era suficiente. Esos días sí que empecé a dejar atrás algo de ese miedo antiguo cosido en mi alma. Pero no del todo.
Esta vez, con esa cálida brisa de la noche frente el mar no me protegí, me desnudé frente a él y empezó a despegar capas y capas de antonias olvidadas pero familiares y se fueron desprendiendo, volando hechas pedazos hacia el horizonte. Xavi asistía atónito a cada ventolera que iba viniendo porque algo de él también se desprendía con cada antonia.
Mi mundo estaba cambiando y el suyo también.
No aparecía una nueva antonia, sino que aparecía la que siempre había estado allí, aunque tapada con todo tipo de capas y pieles, era la de siempre, pero más esencial, sin artificios. No era una desconocida, era antonia en una versión sencilla y más directa. Sin excusas, sin trampas, sin justificaciones, sin victimismos, sin autocompasión, sin melancolía, sin nostalgia. Con los mismos defectos y las mismas virtudes pero sin esconder la cabeza. Mostrándolos con aceptación y observándolos como cualidades efímeras que no pervivirán para siempre. Como parte de un equipaje que sabes tendrás que lanzar en la última estación.
No fue fácil tener que abandonar ciertas capas, estaban hechas a mi medida, o mejor dicho yo me había hecho a ellas y dejaban un vacío incómodo al principio. Cuando empezaba a moverme sentía que mis brazos abarcaban más espacio y era excitante, pero siempre costaba mucho al principio.
Mientras experimentaba esta nueva libertad de movimiento, en medio de una espiral,apareció un nuevo espejo donde asomarme y ver nuevos ángulos de mi piel nunca vistos antes, rincones desconocidos que nunca había visto con esa luz y mi alma se emocionó con esas visiones, con esos escalofríos que recorrían mi espina dorsal como nunca había hecho, porque era la primera vez que se sentía tan desnuda y tan esencial frente a otra vibración. El espejo que había estado mostrándome todos esos años no cambió con mis movimientos y seguía reflejando lo mismo de siempre, con la sensación de que estaba frente a un espejo mentiroso y tozudo que se resistía a mostrar el presente y seguía devolviéndome la imagen del pasado. Un pasado lleno de verdad, pero con muchos velos sobre ella.
Tan fuerte e intenso fue el proceso que finalmente todo cambió entre Xavi y yo. Nos miramos a los ojos y se fue resquebrajando esa fina máscara que cubría nuestros rostros, era la última que se resistía a abandonarnos y era tan parecida a nuestras verdaderas caras que pasó desapercibida. Se cayeron las dos y frente al mar nocturno, la belleza de la verdad nos inundó. Nunca vi tanta belleza ¡Os lo juro! Y era el momento de cambiar de horizontes.
El dolor te hace olvidar que estás rodeado de belleza y la quieres ignorar y te fuerzas a no querer escucharla. Fueron momentos duros. Pero el amor nunca se fue pese a tanto dolor. No se ha ido. El amor nacido de una belleza compartida y vivida intensamente, sin rutina, sin apatía. Celebro cada momento de esa belleza, aunque a veces estuviera salpicada de fealdad, de ignorancia, de dolor. Pero fue nuestro intento de construir algo hermoso, libre y lleno de verdad.
LARGER VERSION
En medio de esas imágenes reflejadas en ambos espejos intentaba sentir mi centro el máximo tiempo posible pero algunas veces no tenía fuerza y sucumbía ante la excitación, la tristeza, la ansiedad, esa vieja compañera que nunca me quiere abandonar, hacía tiempo que no me frecuentaba pero volvió para recordarme que es un viejo patrón cosido muy dentro de mí, no se había esfumado en una de esas capas arrastradas por el viento. Fue una prueba muy fuerte para mi voz interna, seguir sonando firme, clara y dulce a la vez, una prueba que a veces no superaba.
A las seis de la mañana me quedé sola en el aeropuerto. Después de toda una tarde-noche intensa de constante despedida, de nuestro castanedasway, nuestra Paca, de Xavi, de una forma de seguir moviéndome, en definitiva. Toda la realidad se sentó frente a mí y la vi de cara. Sabía que iba a ser doloroso y triste. A la vez que sería libre y fuerte para afrontarlo. Empezaba un nuevo camino que esperaba tomar con paso más firme y armónico, ahí comenzaba mi danza. De nuevo sola.
No fue fácil, estaba anquilosada en ciertos movimientos y me hizo falta mucho entrenamiento. Bendita danza. Bendita música del movimiento. Cómo la necesitaba para respirar.
No sólo tenía la danza, tenía las palabras cálidas al otro lado del océano, también otras de este lado y un rincón en Allende donde el mundo se paraba y mi esencia brillaba si me quedaba muy quieta y callada.
Y la naturaleza, que me recordaba que todo era un ciclo que se iba renovando día tras día. La puesta de sol, la noche siempre mostrándome por la ventana a Sagitario persiguiendo incansable a Escorpio, la tormenta diaria que cada día transformaba las calles de Vallarta en meandros caudalosos donde los niños y los mayores salíamos a dejarnos empapar por esa lluvia y a reír sin razón. Nunca vi tan hermosa a Vallarta como cuando se deja inundar por esa lluvía incesante.
Me dejaba arrastrar y nadaba entre sus aguas, sabiendo que todo pasaría y que permanecería lo esencial.
LARGER VERSION
lunes, 29 de septiembre de 2008
miércoles, 24 de septiembre de 2008
Meditación sobre la tierra
Esa noche la menstruación bajó de mi útero con rabia. LLevaba dos semanas de retraso y como un río desbordado sentía que arrastraba todo a su paso.
A la mañana siguiente continuaba con el cuerpo, el corazón y la mente divididos y apenas era audible mi voz interna. Al tumbarme sobre la tierra con los mantras de Choying y una pequeña hematite en mi frente, algo cambió. Sentí un crujido y algo se ajustó.
Al incorporarme de nuevo, no sentía dolor alguno en el bajo vientre, salvo esa familiar y cálida sensación de algo derramándose desde dentro hacia afuera. Mi respiración era tranquila, amplia y mi mente estaba apaciguada. De nuevo escuchaba con nitidez y claridad a mi voz.
Sin duda, el presente estaba de nuevo allí. Abarcador, intenso, inteligible, poderoso. El pasado no tenía fuerza para parar su energia y la incertidumbre del futuro no lo hacía confuso y inquieto. Estaba ahí de nuevo, libre, dándome esa seguridad de saber que pese a la agitación externa mi paso era seguro. Pese a que el suelo temblara, cada paso iba a ser sobre el lugar adecuado, en el momento adecuado.
Desde hacía más de cuatro meses ese presente irrumpió por primera vez con fuerza, haciendo que se esfumaran todos los miedos que había ido cosiendo a mi alma poco a poco, creando una armadura dura y rígida que impedía que me moviera con libertad. Todos los miedos se esfumaron. Fue esa fuerza la que me permitió pasar de la actividad a la acción y todo era posible y todo era. Y mi entorno se transformó y mi interior vio la luz, era más yo que nunca.
Con esa fuerza decidí bajarme del Castanedasway. Nunca lo hice de su espíritu, de la idea original con la que germinó, pero sí de la forma que tomó más tarde con los años.
Decidí dejar a la Paca, dejar a Xavi y seguir otro camino. Siempre supe que este viaje era un viaje del desapego y voy a afrontar lo que el presente vaya proponiendo. Sé que habrá dolor, soledad, vacío, tristeza, pero no tengo miedo a sentir, ya no. También sé que habrá plenitud, totalidad, alegría.
Por primera vez en mi vida estoy preparada para entrar en el Segundo Anillo de Poder.
NEW WAY
A la mañana siguiente continuaba con el cuerpo, el corazón y la mente divididos y apenas era audible mi voz interna. Al tumbarme sobre la tierra con los mantras de Choying y una pequeña hematite en mi frente, algo cambió. Sentí un crujido y algo se ajustó.
Al incorporarme de nuevo, no sentía dolor alguno en el bajo vientre, salvo esa familiar y cálida sensación de algo derramándose desde dentro hacia afuera. Mi respiración era tranquila, amplia y mi mente estaba apaciguada. De nuevo escuchaba con nitidez y claridad a mi voz.
Sin duda, el presente estaba de nuevo allí. Abarcador, intenso, inteligible, poderoso. El pasado no tenía fuerza para parar su energia y la incertidumbre del futuro no lo hacía confuso y inquieto. Estaba ahí de nuevo, libre, dándome esa seguridad de saber que pese a la agitación externa mi paso era seguro. Pese a que el suelo temblara, cada paso iba a ser sobre el lugar adecuado, en el momento adecuado.
Desde hacía más de cuatro meses ese presente irrumpió por primera vez con fuerza, haciendo que se esfumaran todos los miedos que había ido cosiendo a mi alma poco a poco, creando una armadura dura y rígida que impedía que me moviera con libertad. Todos los miedos se esfumaron. Fue esa fuerza la que me permitió pasar de la actividad a la acción y todo era posible y todo era. Y mi entorno se transformó y mi interior vio la luz, era más yo que nunca.
Con esa fuerza decidí bajarme del Castanedasway. Nunca lo hice de su espíritu, de la idea original con la que germinó, pero sí de la forma que tomó más tarde con los años.
Decidí dejar a la Paca, dejar a Xavi y seguir otro camino. Siempre supe que este viaje era un viaje del desapego y voy a afrontar lo que el presente vaya proponiendo. Sé que habrá dolor, soledad, vacío, tristeza, pero no tengo miedo a sentir, ya no. También sé que habrá plenitud, totalidad, alegría.
Por primera vez en mi vida estoy preparada para entrar en el Segundo Anillo de Poder.
NEW WAY
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