jueves, 23 de abril de 2009
lunes, 6 de abril de 2009
La realidad sigue danzando
En mi día de descanso, un tranquilo miércoles me fui a mi playa favorita, Conchas Chinas y allí conocí a Jose Antonio Ortega y del Collado, un señor de D.F. de setenta años que estaba de viaje de negocios y se estaba relajando con un bañito.
Tuvimos una bonita charla bajo la sombra de las palmeras y me explicó su vida aventurera, sus viajes en moto por Estados Unidos y sus viajes en velero por el Pacífico. No sólo me contaba sus batallitas, también le fascinaba mi aventura en México y platicábamos de la vida y sus sorprendentes curvas.

Después tuvo el detalle de invitarme a comer mariscos en la Marina, en un restaurante llamado El Coleguita. Todo un caballero que insistía en invitarme y se levantaba cada vez que yo lo hacía.
Según sus palabras, convertimos el miércoles en domingo.

Días más tarde, quise celebrar una junta con cuatro de mis compañeros para facilitar nuestro trabajo en un spa que cada vez es más hostil y más inquieto. No pudieron presentarse dos de ellos y los que quedábamos decidimos celebrarla de todas maneras.

La junta acabó en borrachera en el Fridas, con Arturo y Luz cantando canciones de Rocío Dúrcal. Se sorprendían que yo no supiera sus canciones siendo española.

Sin quererlo hablábamos de nuestros problemas en el spa e iban saliendo nuestras espinas en el corazón, confensando confidencias como sólo los borrachos saben, sin tapujos y con humor.

A cada rato, veía tres nuevos cubatas sobre la mesa y ya el bar daba vueltas.
Sonó Sade y me animaron a bailar, hice un pequeño baile al son de la música, de las miradas de los pocos que quedaban en el bar y de las vueltas que me daba el ron en la cabeza.
Con ese impulso fuimos al Malafama, ellos con uniforme y todo. Acabamos a las cinco y media de la mañana.
Tuvimos una bonita charla bajo la sombra de las palmeras y me explicó su vida aventurera, sus viajes en moto por Estados Unidos y sus viajes en velero por el Pacífico. No sólo me contaba sus batallitas, también le fascinaba mi aventura en México y platicábamos de la vida y sus sorprendentes curvas.
Después tuvo el detalle de invitarme a comer mariscos en la Marina, en un restaurante llamado El Coleguita. Todo un caballero que insistía en invitarme y se levantaba cada vez que yo lo hacía.
Según sus palabras, convertimos el miércoles en domingo.
Días más tarde, quise celebrar una junta con cuatro de mis compañeros para facilitar nuestro trabajo en un spa que cada vez es más hostil y más inquieto. No pudieron presentarse dos de ellos y los que quedábamos decidimos celebrarla de todas maneras.
La junta acabó en borrachera en el Fridas, con Arturo y Luz cantando canciones de Rocío Dúrcal. Se sorprendían que yo no supiera sus canciones siendo española.
Sin quererlo hablábamos de nuestros problemas en el spa e iban saliendo nuestras espinas en el corazón, confensando confidencias como sólo los borrachos saben, sin tapujos y con humor.
A cada rato, veía tres nuevos cubatas sobre la mesa y ya el bar daba vueltas.
Sonó Sade y me animaron a bailar, hice un pequeño baile al son de la música, de las miradas de los pocos que quedaban en el bar y de las vueltas que me daba el ron en la cabeza.
Con ese impulso fuimos al Malafama, ellos con uniforme y todo. Acabamos a las cinco y media de la mañana.
¡Y yo también! ¡Por fin!
Mi estreno en Vallarta, fue en el Bar Malafama, un sitio en el que me siento muy a gusto, por la gente que lo regenta y por el buen ambiente que siempre encuentras.
La buena música y los tragos a buen precio también ayuda.
En su segundo aniversario, pude participar en la celebración con un pequeño solo que formaba parte de la perfomance de Elisa, Kun y Kike, amigos de mis profes de acrobacia.
Como buen evento mexicano, fue totalmente desorganizado pero me la pasé muy bien y pude volver a bailar, que no es poco.
Esto es sólo el principio...
DETALLES
La buena música y los tragos a buen precio también ayuda.
En su segundo aniversario, pude participar en la celebración con un pequeño solo que formaba parte de la perfomance de Elisa, Kun y Kike, amigos de mis profes de acrobacia.
Como buen evento mexicano, fue totalmente desorganizado pero me la pasé muy bien y pude volver a bailar, que no es poco.
Esto es sólo el principio...
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