*
El cuervo murió a cambio de sanar mi herida. Me decía, "Confía, confía. Ya no hay dolor. ¿No lo sientes? Deja ir toda esa tensión, esa inquietud."
Incrédula, toco su cuerpo aún caliente. Sus plumas negras y brillantes a la luz de la lámpara.
Lloro. Lloro, llena de tristeza. Por tanto dolor, por tanto tiempo. Estoy llorando porque estoy mirando mi dolor, ya no está dentro, está fuera pero lo siento y lloro.
Lloro, sintiendo que ya no me pertenece, se está disolviendo .
Pero lloro, por esos veintidós ancestros, anclados en ese mismo dolor.
Lloro por el amor del cuervo que me da su vida y me dice que hay tanto amor. Fuera y dentro. El recuerdo del dolor está roto y se ve falso.
Mi pelvis flotando, mi cuello largo y ancho irradiando luz. La vida moviendo mi ser.
Amor fuera y dentro. Todo es lo mismo pero con diferentes colores.
**
Santa Bárbara. Carpintería. Big Sur. Carmel. Ciudades-refugio con caras conocidas de otros lugares donde todo es fácil, donde todo es cómodo, pero sin olvidar que estoy en tránsito.
Oceáno como brújula siempre anclando la experiencia y Lisa mostrándome cómo la materia y el espíritu se unen y traen sanación.
Dejé a Lisa y San Francisco se abrió y me acogió el primer día. El segundo me sentí agotada y confundida con todo el ruido y movimiento de la ciudad. Decidí descansar y enfocarme en la logística de mi aventura en Dos Ríos.
No sabía nada de ese retiro de danza, solamente las palabras "healing" y "dance" en la misma frase, brillando y tililando como si estuvieran resaltadas artificialmente en el texto. Y el rostro de Sarah que me miraba fijamente, y me jalaba.
***
Después de 40 años llegué a este lugar y expulsé ese decreto incrustado en mi nuca. El mismo decreto que me golpeó en la cabeza cuando resbalé del columpio, que me hizo caer y dañar mi columna, el mismo que me impulsa a amar hombres que no están interesados en entrar en esa cámara oculta, cerrada bajo llave dentro del ventrículo izquierdo de mi corazón.
Pies polvorientos, moviéndose por el matorral, bailando en un granero sin muros. Abierto al bosque.
Naturaleza danzando dentro y fuera de mí. Siempre con movimiento, sin agotarse, como si fuera un discurso de siglos que ha de desbordarse, que me une y me enraíza.
Siento mi espíritu, mi mente, mi corazón y mi cuerpo, lo expreso todo desde la plataforma física. Sin contradicción. Sin perfección. Surge la danza interna y se va desplegando infinitamente, sin agotarse.
Fuera del granero
La vagabunda encontró otro refugio, donde la dejaron descansar y recuperarse de tanto dolor sostenido con voluntad y esfuerzo, como si estuviera pagando una deuda hace siglos concertada, sin saber que ya había expirado.
Después de una semana, la excitación se abre paso y necesito volver a volar, como si esas alas que el cuervo hacía resplandecer bajo el sol hubieran sido transferidas a mi espalda y necesitaran abrirse y lanzarse al abismo.
La vida se va precipitando y transformándose al igual que una performance, con pura belleza, verdad y de forma inesperada e incierta. Yo sólo intento seguir los pasos lo más grácilmente que mis pies polvorientos son capaces. Sin perder el compás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario